Capitán era arisco y bastante pendenciero. Su pelo rizado era testimonio de la resistencia de estos caballos, ponis de montaña criados en la atmósfera enrarecida de los altos Andes. A diferencia de los paso finos, renombrados por su cadencia, ritmo y armonía, Capitán tenía un traqueteo que destrozaba los riñones. También tenía la irritante costumbre de parar en seco de un galope (especialmente cuando montaba a pelo) o lanzarse inesperadamente bajo ramas bajas, tácticas dirigidas a quitarme de encima, pero era una bestia resistente y muy adecuada para el viaje que teníamos por delante.
Escondida detrás de torrentes y altas cumbres se encuentra la provincia peruana de Vilcabamba, conocida en quechua como Huillca Pampa, o la Llanura Sagrada. Es un lugar notorio por su inaccesibilidad. A excepción de Chuquichaca, donde un puente cruza la confluencia de los ríos Vilcabamba y Vilcanota, solo se puede acceder por algunos cruces de cables o puentes suspendidos. Escasamente poblada, esta provincia de unos 4000 kilómetros cuadrados está protegida por imponentes barreras naturales en todos los lados: al norte, el río Urubamba o Vilcanota ruge entre cañones escarpados o laderas densamente boscosas, y su frontera sur está formada por el poderoso río Apurímac (Gran Orador, en quechua) y las cumbres de 5000 a 6000 metros de la cordillera de Marcacocha que se extiende hacia el norte desde el Salkantay.